Adiós, grandísimo cerdo

Un clásico cinematográfico, Babe (1995), terminaba con la imborrable estampa de un hombre y un lechón, al que el primero decía: “Muy bien, cerdo. Muy bien”. Siempre me quedó la duda de si habría un solo puerco en todo el planeta Tierra que pudiese decir lo mismo a aquellos que lo han criado. Hoy sí me atrevo a afirmar que tuve el gran privilegio de conocer a ese cerdo.

Llegó, a esa tierna edad porcina en que te meten a un horno, a manos de una familia como obsequio navideño. La intención, la tendrán clara, es que el cochinillo acabara con una manzana en la boca en una fuente de barro. Gemía el animalejo de frío y puro abandono, tras ser arrancado de golpe de la teta de su madre, privado de sus hermanos y castrado así, a lo vivo, sin anestesia ninguna. No crean que es mala suerte; es la vida habitual que tiene en España un guarro, ese animal tan próximo a los humanos que sus órganos se usan para sustituir los nuestros en trasplantes, porque no existe bestia más parecida a un usuario de DNI. Cosa que ahí dejo caer para que cada cual extraiga conclusiones.

El caso es que aquel cerdito doliente y desamparado, propuesto para el degüello, miró a los ojos al hombre para el cual era un regalo. Y entonces ocurrió el milagro: el hombre se entregó al cerdo.

El hombre era Pascual Rovira, cordobés de cuna y pro, vecino de la noble Rute. Hoy día tener un perro, aunque no le hagas ni caso, basta para declararse amante de los animales. ¿Qué decir, pues, de Pascual, que ha consagrado su vida al servicio de los más maltratados y humildes? Primero con los borricos, esos seres inocentes injuriados y apaleados, a los que erigió en su pueblo el primer refugio asnal de España. Y luego con los marranos, empezando por aquel presente navideño al que dio nombre: Dior.

EL CERDO QUE OPTÓ A UN PLAN DE PENSIONES

Dior, antitético homenaje al modista Christian Dior -cuya familia, por cierto, conoció al cochino en una visita a Rute-, creció con la tranquilidad de que su destino no era una sala de despiece. Y lo hizo notablemente. Se hizo un grandísimo cerdo. Ya lo era cuando lo conocimos el fotógrafo Mondelo y este servidor de ustedes allá por el 2013, visitando la ruteña Asociación para la Defensa del Borrico (ADEBO) durante la documentación de Hermano asno. El libro recoge nuestro encuentro:

De pronto, Pascual prorrumpe en gritos, a la vista de un bulto de dos metros, redondo como un punto suspensivo, que se aproxima rápido y directo, torpedo viviente entre la hierba: “¡Ay, mi cochinito! ¡Ay, qué bonito! ¡Ay, mi Dior!”. Dior es un cochino formidable; de veinticinco arrobas, como poco. Un pedazo de cerdo sonrosado y con extensas manchas en el lomo. Es de raza pietrain. Y eso no es todo. Es el único puerco del que consta que optara a tener planes de pensiones. “Como los bancos estaban tan interesados de repente en nosotros, por no hacerles el feo, solicitamos un plan de pensiones para el cerdo. Estamos a la espera de respuesta”, explica Pascual, maliciosillo, acariciando con delicadeza la cabezota gacha de Dior, que hoza en el fango, atento a sus negocios.Si el marrano no llega a ningún trato, quién sabe si el próximo agente comercial bancario que telefonee a Rovira será puesto al habla con un asno.

Hermano asno (cap. III)

MUSA DE POETAS Y CINEASTAS

Pero es que eso no es todo. Además de optar a un plan de pensiones, Dior conoció escritores premiados con el Nobel y recibió piropos de una baronesa Thyssen, una duquesa de Alba y hasta una reina de España. Figuras que han visitado la reserva asnal de Rute, en la que fue bautizado en una ceremonia laica oficiada por la diseñadora Paola Dominguín, que tuvo que perseguir un buen rato al puerco fugitivo, botella de anís en mano, hasta que consiguió verter unas gotas de licor sobre su frente, a modo de agua bautismal.

¿Quieren más? Dior inspiró a poetas. En concreto, a los casi cincuenta que intervinieron en Cerdopoética, festival ideado por Pascual Rovira en homenaje a los gochos, empezando por el suyo. Dior figuraba en portada en la antología del certamen, junto a su enamorado, el burro Califa, en un cuadro del artista y vate Antonio Quintana, autor también de estos versos:

Enamórate paisano

debajito del manzano

haz a este burro feliz.

 

No se estremeció el marrano,

el cerdo como es así

le dio un beso en el hocico

y no dijo no, ni sí.

 

Porque, ¿no lo he comentado? Dior y Califa protagonizaron un amor interespecies y homosexual. Superad eso, modernos. Borrico y cochino pasaban las horas del día juntos y claro, pasa lo que pasa. Su idilio saltó a la fama cuando el cineasta malagueño Javier Gómez Bello lo recogió en un cortometraje, Rute Love (2015).

Y a todo esto, ¿tampoco se lo he dicho aún…? Dior ha muerto. Lo hizo el pasado domingo, rodeado de sus amigos. En especial, del pollino Lumbre, el más fiel y leal de todos, que no quiso separarse de su lado incluso cuando ya yacía sin vida sobre la tierra en la que se ha revolcado, hozado y vivido contento durante catorce años. Feliz, desde aquel momento en que el destino, piadoso, le regaló al buen hombre que ha permitido que ocurra lo impensable para un cerdo: poder morirse de viejo.

Para siempre en mi memoria, allá en las sierras de Rute, se alzarán imperturbables, serenos, mirando al frente, un hombre orgulloso en pie y un gran gorrino con pintas. Y el puerco se girará y le gruñirá a su amigo: “Muy bien, humano. Muy bien”.

Fuente: https://hermanoasno.com/adios-grandisimo-cerdo/