Tenía yo cuatro años. Estaba yo en una finca, no lejos de un bosquecillo circular donde se escuchaba el ruido de la noria. La hacia funcionar un asno con los ojos vendados.
Interminablemente. Declinó la tarde, y yo no era capaz de dejar de mirarlo. Cuando ya me llevaban, corrí hacia él y, empinándome, le besé la cabeza.
Recuerdo todavía la entristecida ternura de ese gesto infantil. Y no mucho más tarde, en un pueblo de Castilla , por un camino terrizo, de regreso del campo , se cruzó conmigo , que volvía también de los ejidos , un labriego de facciones cerradas junto a un burro sobrecargado, el animal tropezó y cayó. Nunca he visto una cólera más ciega ni más torva. Con una gruesa vara golpeaba furioso el dueño aquel animal caído de cansancio. El tiempo pareció detenerse sobre los gestos del ataque. El niño que yo era, inconteniblemente, se echó a llorar con profundos una sollozos.
El burro ha sido para mí, desde entonces, una víctima inocente. Con sus pasitos cortos, su valor, si memoria y su fuerza se la dedicado siempre al ser humano, con frecuencia su injustificable enemigo. Cumplió oficios de cartero de transportista, de bombero, de campesino: duros oficios que nadie le disputó jamás y que le fueron muy mal recompensados. En cierta ocasión oí que los diminutos pollinos del Magreb les mantienen abierta una llaga para acicatarlos con un palo que hurga en ella. No he conseguido que tal imagen deje de estremecerme como símbolo de la maldad humana. Y que se les arroja por despeñaderos cuando eran demasiado viejos para seguir rindiendo beneficios, y se les mantenía a fuerza de hambres, y se les explotaba sin pensar en sus mataduras abarrotadas de moscas , en sus enfermedades , en su ceguera, en su debilidad...Hablo en pasado, porque la llegada de los motores mecánicos y los caballos de vapor consiguió que se les sacrificase en estricto sentido : más de un millón de asnos se han matado de muy malas maneras en España , donde hasta su nombre se emplea como insulto y término de calificación y descalificación.
En todo esto pensaba camino de RUTE (palabra que algún sitio significa rumor o susurro), donde me iban a hacer Arriero de Honor y padrino de un ruchito recién nacido. Canela de pelo, con deslumbrados ojos atendía desde su corraliza al mundo nuevo. Al entrar en ella, más de una docena de burros adultos, afectuosos como perrillos, se acercaron al acecho de mis manos llenas de algarrobas.
A mi ahijado le impuse el nombre de Califa, y mientras le vertía anís de la tierra en la cabeza le murmuré al oído: " Compañero de vida y de fatigas del hombre fueron tus ascendientes durante muchos siglos. Se han acabado para ti las penas que ellos padecieron. Recibirás un trato cariñoso, pastaras feliz, rebuznarás con júbilo, y serás compañero de juego de los hijos del hombre. Porque, en el fondo, en el fondo verdadero, todos somos iguales, y quizá vosotros fuisteis los dueños de la primogenitura que Jacob, el lampiño, arrebató a Esaú el velludo”.
ANTONIO GALA
Arriero de Honor de ADEBO.